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domingo, 23 de febrero de 2020

Tengo una soledad...


Tengo una soledad tan acompañada

Que no deja de hablarme y de decirme

Lo que no quieren oír mi corazón

Ni  mi alma.

¡No para y sigue contándome batallas!

¡Que ya tenía olvidadas!

Fusiles y escopetas las tengo encerradas

En arcones negros y lacradas.

 No quiero que siga  a mi lado

Y la digo que se vaya con otra

Que esté más sola

Pero sigue a mi lado sentada.

 Las dos y las tres…

Me quedo adormilada.

Miro de reojo por ver si se ha marchado

Pero sigue a mi lado, habla que te habla.

Metiéndome la espina, en vez de sacarla.


Encarna Recio Blanco.





jueves, 28 de marzo de 2019

Buena suerte, muchacha...


Buena suerte, muchacha.

 Lucirás muy bonita,

Con el velo de novia y el ramo de azahar,

Pero sin el sonrojo de tu primera cita,

Sino pálida y seria delante del altar.

Pronto será la boda.

Pero acaso un despecho,

Amargará las noches de tu luna de miel,

Si al abrir una puerta reconoces un lecho

O al cruzar un pasillo, recuerdas a otro hotel.

Sin embargo, muchacha, cuando termine el viaje,

Ya serás la señora de no sé qué señor,

Aunque tal vez descubras, al abrir tu equipaje,

Que en las prisas…  ¡Qué pena! ¡Muchacha!

¡Se te olvidó el amor!

J. A. Buesa.

Encarna Recio Blanco



jueves, 16 de noviembre de 2017

Mariposas sueltas aletean...


 Mariposas sueltas aletean a mí alrededor.

Tienen miedo de posarse en mi dolor.

De pronto se dispersan por el aire cansino,

Y  me quedo sola con mi bolígrafo.

Merodea por la calle el abandono, la soledad,

  Cual cirio derretido un penitente con su martirio.

Siento a un niño que late en el abultado vientre de su madre

¡Pobre  criatura!

Él no sabe aún, que no va a ser parido.

 Un tañido de campanas secas me sobresaltan

Y el cortejo fúnebre que viene...

Ante mis ojos se para.

 

Encarna Recio Blanco

 

jueves, 5 de noviembre de 2015

En tu alcoba llena de soledades(Maltrato)


En tu alcoba llena de soledades el miedo se apoderó de ti al verlo aparecer.

De su aliento, el alcohol se entremezclaba, con la furia de sus ojos al placer.

 Te  sometió a su antojo cual un león, hambriento que hincaba sus quijadas

En los pétalos de seda de tu cara.

 Muertes anónimas y sin rostros, en tu habitación moraron otra vez.

Dardos y espinas punzantes se clavaban  en tu carne, una y, otra vez.

 Un lecho lleno de muerte y tú, sin poder abandonar el campo de batalla.

En tus adentros resonaban tristes palabras que decían:

¡La muerte quizás llegue mañana!

 Volvían los miedos, los fantasmas, y la Paz se fue ya de tu casa

Donde se hospedaron para siempre los negros fantasmas.

 El humo de su crueldad cegaba siempre tu mirada, que ardía

 Incandescente en los borde de tu cama, con el filo de su espada.

 Siempre acumulando angustias y derrotas.

No volvió aparecer el sol por tus ventanas, golpe tras golpes  hacían,

Que siempre hubiera fuego en tu alma.

 Lágrima a lágrima ibas llenando un mar que revuelto siempre estaba.

Con  tu silencio cual trampa, adosado a tus espaldas.

 Confundida, indefensa y temerosa, te perdiste por el camino del miedo,

Buscando una mano amiga, con la vergüenza por mochila.

 Aquel Cielo azul se llenó de nubarrones y las tormentas no cesaban.

Ya no volvió aparecer el arco iris en tus mañanas.

 ¡Domina tus miedos Mujer! Escapa de esas manos asesinas.

Confundiendo el amor con posesión lacerando tú autoestima.

 Aquí está mi voz…mis manos, mis palabras que son gritos

Y la de todas las mujeres del Mundo, para solidarizarnos con vosotras.

 Para que todas algún día podáis ganarle la batalla a miedo

Y la  derrota.

 Encarna Recio Blanco.




viernes, 14 de junio de 2013

Ya te llamo yo...



¡Ya te llamo yo!

No era el mensaje de una paloma, ni unas líneas despistadas,

Ni una oración gramatical, ni el vaticinio de una carta del tarot

 Falsificada.

Era una frase de hielo saturada, una sentencia penada,

La miel envenenada, una borrachera de miedos, y de espadas.

 ¡Ya te llamo yo!

 Y me senté en el banco de la plaza esperando la  a la muerte,

Con la vida que yacía entre brumas de negras cenizas.

 ¡Ya te llamo yo!

Seguía esperando a las puertas del olvido, en las murallas

Del hambre, en los acantilados de la esperanza, aquella llamada.

Mayo se despedía del almanaque y aquella frase

Ya te llamo yo, se deshojó cayendo desplomada...

En un adiós cobarde  y sin palabras.

 

Encarna Recio Blanco.


 

 

jueves, 17 de abril de 2008

Llegas y la ausencia


Llegas y tu ausencia se vuelve alegría

Y rozo cansada tus manos tan frías.

No pasan los años en este reloj

Desde que te marchas tampoco ando yo.

Gastas mis placeres me llenas de vida

Sin embargo luego olvidas deprisa.

El daño que a veces causan mis heridas

Que tercas se abren cuando tú me miras.

 ¿Qué quieres de mí?

Maldito deseo, maldita la cama

Maldito aquel beso que te di en el alba.

Novata en amores creyéndome sabía

Entendí de prisa  como era la rabia.

 Mi boca te busca en cada rincón

Mis más ellos versos suplican tu amor.

Y odio las noches si no te presentas

Y paso los días sin darme ni cuenta.

¿Qué buscas amor?

Dime que me quieres ¿Por qué fui elegida

Entre otras mujeres?

Ni soy la más bella ni la más veloz

Tampoco mis rimas se leen mejor

 Será que tu dedo sobre mi cayó

Igual que la muerte es sentenciador.

Así es que me guardo mi mejor lección

Y apunta con tiento a otra dirección.

 

Encarna Recio Blanco.






domingo, 30 de diciembre de 2007

He quemado mi almohada



He quemado mi almohada donde reposó tu cara.

He hecho sin compasión mil jirones de las sábanas.

He visto mi cuerpo sucio de tus caricias profanas

Y he limpiado bien mi boca, donde tú dejaste nada.

He destrozado mi mente recordando tus palabras

Y he visto dentro de mí, un anochecer sin causa.

Un desastre sin sonido. Un amanecer con lágrimas.

¡Mira lo que te has perdido donde tanto te esperaba!

Ya sólo tengo los dientes como una fiera enjaulada,

Que quiere morderlo todo, y al final, no muerde nada.

Pero aunque yo las contenga son tan enormes las ganas

Que si te tuviera aquí, destrozaría sin tocarte

Esa gallardía tan vana.

He tirado el cenicero humeante como tu cara.

He abandonado la casa  para no respirar siquiera,

 El olor que tú dejabas. Y golpeé mi cabeza.

Y me arañé las entrañas.

Y no tiro también mi cuerpo…

 Porque dentro, está mi alma.


Encarna Recio Blanco