Mostrando entradas con la etiqueta alegría. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta alegría. Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de junio de 2009

Al otro lado del mundo




Al otro lado del mundo

Te encuentras amigo…

No sé en qué rincón

Se encuentra tu nido.

 No sé cuál es tu Patria.

No sé tú color.

No sé de tu historia

Si amas, o no.

Vienes a la cita

Porque yo te llamo.

En  todos mis versos

Desnuda me quedo, y

Sin pudor, te hablo.

Tú si me conoces

De pies a cabeza…

Porque nada me escondo

Y te abro mis puertas.

  Tal vez te preguntes

Si estoy loca o cuerda.

Y yo te respondo…

Que soy Blanca y Recia.

 Estoy, y es bastante

Entre mis locuras…

Que es dar sin pasar

Ninguna factura.

Hoy quiero decirte

Mi amigo lejano…

Que es una alegría

Que me estés mirando.

 

Encarna Recio Blanco.




viernes, 14 de diciembre de 2007

Ya no soy la niña Recia


Ya no soy la niña Recia que tenía un mar de llanto

Que caminaba descalza entre afilados barrancos.

Ya no soy la niña Blanca que miedo tenía por todo.

 Cuando la tormenta asomaba  me tapaba bien los ojos.

 Ya no soy aquella loca que desnuda se mostraba

En esta jauría de fieras que tanto miedo me daban.

Ni el qué dirá...Ni si dicen me lo cargaba a la espalda

Adosándome las fuerzas que a los otros les faltaban.

Caminé con paso firme aunque los otros pensaran

Que mi vida, y que mis actos, estaban descarriadas.

Sola me enfrentaba al mundo con mi maleta pesada.

Con mi bagaje de amor aunque a nadie le interesara.

Gritaba y nadie me oía, lloraba y sola limpiaba

Las lágrimas de mis ojos, cuando nadie me espiaba.

Fuerte me hizo éste Mundo para ganar las batallas

Que  salían a mi encuentro como Dios me lo mandaba.

En mil bancos escribí lo que nadie leería.

Me hice poeta a la sombra con gran mi osadía.

Ya no soy la niña Recia que amargos sorbos bebía

De fuentes contaminadas que emborrachaban mis días.

Ni de aquella niña Blanca que en su apellido llevaba

La castidad no perdida, ni tampoco regalada.

La que daba amor a cambio de unas bonitas palabras,

Porque estaban rebosando  mi corazón y mi alma.

Me sigo desnudando y nadie me reconoce.

Cuando llevo el antifaz me saludan con honores.

Ya no soy aquella niña. Ahora soy una mujer

Con el cuerpo tatuado y arañazos en mi piel.

Pero en el fondo del alma y del corazón también…

¡Qué pena, Señor!  ¡Qué pena!

¿Nadie me pueda entender?


 Encarna Recio Blanco